Hay
vidas que parecen un listado de problemas. La vida de José, hijo de Jacob, fue
una de ellas. Ocupa varios capítulos del Génesis (37-50), dando a
entender con esto, la importancia de sus enseñanzas. Dios le había concedido la
habilidad de interpretar algunos sueños. Cuando todavía era un joven de 17 años, esto le trajo problemas porque
siempre aparecía en ellos como por sobre toda la familia. Era el preferido de
su padre, sus distinciones en la ropa que le compraba y el trabajo que le
encargaba, aumentaron los roces con sus propios hermanos, que planearon encerrarlo
en un pozo y matarlo. Luego, vieron más conveniente, venderlo como esclavo a
una compañía de comerciantes. Parecían terminados sus sueños de grandeza que
solo le trajeron enormes problemas. Terminó vendido en Egipto. Sin embargo, “el Señor estaba con José y las cosas le salían muy bien. Mientras José vivía
en la casa de su patrón egipcio, este se dio cuenta de que el Señor estaba con José
y lo hacía prosperar en todo” (39:2, 3). Su bendición se extendió a todo su
trabajo y a los que estaban con él: “Por
causa de José, el Señor bendijo la casa del egipcio Potifar a partir del
momento en que puso a José a cargo de su casa y de todos sus bienes. La
bendición del Señor se extendió sobre todo lo que tenía el egipcio, tanto en la
casa como en el campo” (v. 5). Pero, la esposa de su jefe le hace
propuestas deshonestas que José rechaza y lo llevan injustamente a la cárcel. “Y mandó que echaran
a José en la cárcel donde estaban los presos del rey. Pero aun en la cárcel el
Señor estaba con él y no dejó de mostrarle su amor. Hizo que se ganara la
confianza del guardia de la cárcel, el cual puso a José a cargo de todos los
prisioneros y de todo lo que allí se hacía” (Génesis 39:20-22). El amor de
Dios lo siguió durante toda su vida para que pudiera sobrellevar sus problemas.
Lo que parecía solo desgracias era un plan divino de restauración.
El jefe de coperos y el de panaderos del faraón terminan como compañeros de cárcel de José. Ambos tuvieron sueños que José interpretó, pero aclarándoles que la revelación es de Dios y no provenía de sí mismo (40:8). Le pidió a uno de ellos que no lo olvidara (40:14, 15), pero al salir, su compañero se olvidó de él. Dos años después, José había llegado a los 30 años y el faraón tuvo un sueño que lo inquietó. Recién allí su ex compañero de celda se acuerda de sus dones. José insiste ante el mismo faraón que solo Dios podía interpretar el sentido de sus sueños y que no había poder en él (41:16, 25, 28). La impresión que causa ante el soberano egipcio fue tal que lo hizo gobernar en su nombre y le dio poder y autoridad para salvar a Egipto, a su familia y cuantos acudieran a él (42:6). Perdonó a sus hermanos por el mal que le desearon y les dijo: “Pero ahora, por favor no se aflijan más ni se reprochen el haberme vendido, pues en realidad fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas... Por eso Dios me envió delante de ustedes: para salvarles la vida de manera extraordinaria y de ese modo asegurarles descendencia sobre la tierra” (45:5-7). Evidentemente, Dios estaba con José y lo usó como un instrumento de bendición (50:20, 21) hasta los 110 años. Nadie puede decir que su vida fue fácil, pero todos podemos entender que Dios siempre estuvo con él y la bendición de su presencia llegó a hacer el bien a cuantos lo rodearon. Nosotros también podremos ser bendición a todos los que están a nuestro alrededor, si deseamos y permitimos que Dios guíe nuestras vidas. Su compañía siempre es consuelo en la aflicción y puede transformarlo todo para que transformemos a todos por su influencia.
Angel Magnífico