James
Hudson Taylor (1832-1905), misionero protestante inglés en China, dijo: “Todos
los gigantes de la fe en Dios han sido hombres y mujeres débiles que hicieron
grandes cosas para Dios porque creyeron que Él estaría con ellos”. En el mismo
sentido para Pablo, el cristianismo era una forma de vida, no una simple teoría;
dejó de perseguir a cristianos para transformarse en uno que sumara a otros a
la causa. A partir de allí, no solo pensaba en servir a Dios, sino que
conversaba con Él para saber cómo hacerlo mejor. Sin embargo, en 2 Corintios
12:7-10 escribe: “Para evitar que me
volviera presumido por estas sublimes revelaciones, una espina me fue clavada
en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara. Tres
veces le rogué al Señor que me la quitara; pero él me
dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad».
Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que
permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en debilidades,
insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo;
porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
Cuenta que fue capaz de ver revelaciones inesperadas y sorprendentes de parte de Dios, pero no estaba autorizado a contarlas ni pretendía gloriarse por ellas (todo había provenido de Dios; solo Él merecía la gloria). Al contrario, prefería gloriarse en sus debilidades. Dios había decidido proteger a Pablo de sí mismo; podría ser tentado a enorgullecerse por los logros alcanzados. Entonces, permite que tenga “una espina”, que algunas versiones traducen como “aguijón” o “estaca puntiaguda”; representa algo que tenía en su cuerpo y que no podía sacar. Por lo que cuenta en Gálatas 4:13-15, deducimos que podría tratarse de alguna enfermedad relacionada con sus ojos, sin duda grave y molesta, como muchas dolencias físicas que nos toca soportar. No culpa a Dios, sino a “un mensajero de Satanás”, pero sabiendo que era permitida por Dios, como en el caso de Job, acude en su ayuda a través de la oración. Y lo hace tres veces. Dios estaba con él y sabía de sus sufrimientos, pero quería evitarle un mal mayor como podría ser la vanagloria personal, que afectaría su mente y su espíritu. Jesús también oró al padre tres veces para ver si era posible evitar su sufrimiento y tampoco fue posible. Ambos aceptaron la voluntad de Dios. La respuesta enfática a Pablo fue: “te basta con mi gracia”. Aunque no era la que esperada y no alivió su mal, lo fortaleció para resistirlo. La fortaleza interior que Dios fue edificando a través de su ministerio fue una provisión de gracia divina mejor que la que solicitaba en su oración. Reconocer la propia debilidad ante Dios y los demás, es reconocer el poder de Dios en nosotros y en otros; es dejar de lado, nuestros deseos y aspiraciones y someternos a las suyas. Aceptar nuestras limitaciones, no nos empequeñece delante de Dios, al contrario, permite que su gracia nos engrandezca para su gloria. Aunque esto implique sufrimientos como soportar “debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades”, sabemos que Dios nos dará el poder que necesitamos para sobrepasarlas en su honor. Así como la debilidad puede ser transformada por Dios en fortaleza, nuestras derrotas, pueden transformarse en victorias, y nuestros sufrimientos en gozo. Evidentemente, la forma de recorrer este camino hacia la transformación es a través de la oración, permitiendo que Dios haga el resto de la obra.
Angel Magnífico