Solemos
atribuir a las circunstancias, una sobrevaloración y un poder que generalmente
no tienen, a menos que nosotros mismos se lo concedamos.
Está claro que es mejor tener alimento
que no tenerlo, o gozar de una disposición genética favorable que heredar alguna
tendencia hacia determinadas enfermedades; por supuesto que quienes han gozado
de una buena educación tendrán más oportunidades laborales que quienes no han
podido educarse; y así, podríamos enumerar una serie de factores sumamente
complejos que creemos que nos determinan más allá de nuestros deseos o
posibilidades. Sin embargo, todos conocemos ejemplos de personas que han
superado todas las expectativas desfavorables que había respecto a ellos y
otras que, a pesar de tener todas las oportunidades a su favor, desaprovecharon
su vida. La realidad puede influir sobre nosotros, es cierto, pero nosotros
también podemos influir sobre ella si Dios nos guía.
Las
circunstancias son pasajeras; el plan de Dios es eterno.
Por esto, Pablo escribía en 1 Tesalonicenses 5:16-18 (TLA): “Estén siempre contentos. Oren en todo
momento. Den gracias a Dios en cualquier circunstancia. Esto es lo que Dios espera
de ustedes, como cristianos que son”. Si Dios está al frente, no hay por
qué preocuparse; hay que ocuparse. Pablo no era un hombre que permitía que las
circunstancias lo determinaran totalmente. Sabía que había un poder superior
que las podía dirigir para su educación, maduración o hacia algún otro motivo
proveniente de Dios. Podía estar contento. Se había entregado a Cristo y permitía
su guía en toda circunstancia: “…no
soy yo el que vive, sino que es Jesucristo el que vive en mí. Y ahora vivo
gracias a mi confianza en el Hijo de Dios, porque él me amó y quiso morir para
salvarme” (Gálatas 2:20 TLA). Por eso dijo: “…no me avergüenzo de lo que me pasa, porque yo sé bien en quién he
puesto mi confianza…” (2 Timoteo 1:12 TLA). O el clarísimo “Cristo me da fuerzas para enfrentarme a
toda clase de situaciones” (Filipenses 4:13 TLA). Esto implica una
vida de oración y comunión constante. Su carácter era tan equilibrado y
cultivado por Dios, que no se dejaba dominar por las circunstancias difíciles
que le tocaban vivir. No vivía en una nube; vivió bajo el imponente dominio del
Imperio Romano, que no tuvo un trato benévolo con los cristianos y menos con él;
su ambiente religioso era estricto y por eso fue perseguidor de cristianos. Sin
embargo, llegó a transformarse en formador de iglesias. En todas las
circunstancias difíciles que vivió, trataba de fortalecerse en Cristo y
agradecer a Dios. Parece rendirse constantemente al control de Dios sobre su
vida y como única fuente de poder.
Todos
nosotros hemos pasado por algunas circunstancias que no hubiéramos querido
soportar; y tal vez oramos para que Dios la cambie y no lo hizo; entonces
tendemos a pensar que somos culpables de nuestra poca fe. Pero, podría
ocurrir que Dios no cambia alguna circunstancia para tener la posibilidad de
usarla para cambiarnos a nosotros. Seguramente para sufrir menos y si nos
hemos entregado a Dios, debemos recordar con mayor frecuencia dar “… gracias a Dios en cualquier circunstancia”.
Será un aliento para seguir en el camino que nos toca andar, mientras Dios
nos prepara para superarla.
Angel Magnífico