Julio
César, antes de ser el famoso político romano, cuestionó a unos soldados suyos
que se burlaron de una discusión entre los habitantes de una pequeña aldea
cuando cruzaba los Alpes rumbo a España, diciéndoles “yo preferiría ser cabeza
en esta aldea que brazo en Roma”, aunque después su historia lo llevó a mucho
más. Aparentemente, esto habría dado lugar al conocido refrán español que dice
“más vale ser cabeza de ratón que cola de león”. La variable inglesa dice “es
mejor ser un pez grande en un estanque pequeño que un pequeño pez en un
estanque grande”. En cualquier caso, esto implicaría que es preferible ser el
primero en pequeñas cosas que el último en las grandes, ser la cabeza o
autoridad en un pequeño grupo que el último eslabón en una gran cadena. La
cabeza dirige y el resto del cuerpo obedece y por eso, la mayoría pretende ser
cabeza antes que cola. En cuestiones de marketing, negocios, política, autorrealización
y otras variables, es muy discutible la conveniencia de un extremo y de otro, y
a tal punto, que algunos opinan exactamente lo contrario al postulado básico e
invierten el refrán.
En el terreno espiritual, en cambio, la Biblia enseña claramente que la cabeza de la iglesia es Cristo y que nosotros somos parte de ese cuerpo, diciendo: “Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia” (Efesios 1:22 NVI). No deja lugar a dudas: debe ser él quien nos dirija. En el v. 21 Pablo señaló que Cristo está por encima de todos los poderes celestiales y terrenales. Nadie se puede comparar con él. Por esto, es “cabeza” de todas las cosas, y especialmente de su pueblo, su iglesia. Esto indica una unión tan importante y vital como la de nuestra cabeza con el resto de nuestro cuerpo; de allí manan las ideas, los actos y nuestra conducta. Ningún cuerpo puede funcionar sin su cabeza. Es el centro clave de la existencia. Esto lo debemos trasladar también a nuestra relación con él. Cristo es nuestra cabeza y dependemos en todo de él. Cualquier rebelión ocasionará solo sufrimiento.
Nosotros debemos ser mayordomos, no dueños de las cosas que nos presta (Lucas 12:42-46), lo puso todo a nuestra disposición, pero como administradores, no como dueños. “Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero” (Colosenses 1:18 NVI). Somos cola del León de la tribu de Judá, que es Cristo (Hebreos 7:14, Apocalipsis 5:5), porque somos una parte de su iglesia que ocupa todo el mundo, somos mayordomos del dueño del universo y esto es más importante que cualquier otra cosa o puesto. Pero, a la vez, implica dos cuestiones como mínimo: sumisión y obediencia. El texto dice que “sometió” todo al dominio de Cristo. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar su indiscutible liderazgo si él no comete errores ni busca lo suyo egoístamente? Vino para reconciliarnos con Dios, por lo tanto, nos deja la eternidad a nuestra disposición si permitimos su guía. Otra “cabeza” humana puede llevarnos a sufrimientos indeseados. Cristo no nos deja solos para enfrentar lo malo, se pone al frente y piensa la mejor estrategia para hacernos vencedores. Esa sumisión nos llevará a la obediencia: si le decimos que sí, y no cumplimos, de nada sirve; si aceptamos su voluntad, y nos desviamos de ella, tampoco aporta a la solución. Ni sumisión ni obediencia, parecen ser actitudes de moda hoy en día. Sin embargo, son las claves para vivir mejor a su lado.
Angel Magnífico