Jonás representa a un creyente contradictorio. Mientras Dios lo manda a un lugar, él se va otro; le encomienda una misión personal y la rechaza para otra que se le ocurre a él; peca y se arrepiente, pero vuelve a caer; y así actuó hasta donde sabemos. Finalmente, cuando decide cumplir con la voluntad divina, Nínive, la ciudad rebelde en la que predicó, se arrepiente y cambia, el profeta queda como símbolo de negación, falta de amor al prójimo y rebeldía contra Dios. Fue perdonado, pero no fue perdonador. Cuando todo estaba saliendo bien, Jonás entendió que estaba saliendo todo mal. Hay un notable contraste entre el hombre que condena y el Dios que perdona. Permitió que su mente desarrollara la idea que ser considerado un falso profeta, en lugar de pensar en la buena decisión de la mala ciudad. A pesar de lo indigno de Jonás, Dios lo usó para salvar a los miles de personas en Nínive, pero decide darle una lección de justicia y misericordia. Jonás optó por la comodidad y el desinterés. Construyó su pequeño paraíso terrenal: se hizo una enramada para esperar la destrucción de la ciudad bajo su sombra (4:5); no estaba en Nínive ayudando a los posibles damnificados. Mientras, Dios trabajó y se interesó en los ninivitas y se arrepintieron de sus pecados. Jonás pensó más en su prestigio; dudó y vio todo en contra (4:6-9); Dios pensó más en su salvación y vio su conversión a favor. Jonás prefiere morir, ahora que Nínive vive. demuestra su incomprensión y desamor; Dios muestra su comprensión y su gracia. Jonás no aceptó de lleno la voluntad divina (después de su experiencia en el mar, obedece a Dios, pero no entregó totalmente su corazón y siguió criticando y rebelándose); Dios aceptó su arrepentimiento. Jonás no tuvo amor en su planteo y recae en una nueva actitud de rechazo; Dios tuvo amor y dio nuevas oportunidades de seguirlo a quien se arrepienta.
El
Señor trató de explicarle su misericordia a través de otro milagro: una planta
que crece en un día y le da sombra, pero al otro día se marchita y provoca el
enojo de Jonás. “Pero Dios dijo a Jonás: ¿Tienes
razón de enfurecerte tanto por la planta? ¡Claro que la tengo! respondió. ¡Me
muero de rabia! El Señor dijo: Tú te compadeces de una planta que, sin ningún
esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció. Y de Nínive,
una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen
su derecha de su izquierda y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme?”
(4:9-11 NVI). El profeta dio más importancia a una planta (calabacera) que a
todos los habitantes de Nínive. Cuando la planta que lo protegía del sol se
secó por un gusano (símbolo de lo fugaz), le arruina su sombra y se enoja
nuevamente con el Señor al punto de pedirle que le quite la vida (típico
ejemplo de su alteración de valores primordiales). Dios lo hace reflexionar
preguntándole: “¿Tienes razón de
enfurecerte tanto…?”. No le importaban los habitantes de Nínive, ni la planta.
Lo importante para él era él mismo y sus propios valores. Contrasta la tremenda
falta de empatía de Jonás con la inmensa misericordia de Dios hacia los
pecadores (Nínive y Jonás mismo). Nosotros también a veces nos enojamos con
Dios cuando él decide hacer su
voluntad y no la nuestra. No podemos
enojarnos por eso. Seguramente Jonás, luego habrá cambiado. Dios aparece 7
veces en un texto de 48 versículos. Aparece para enseñarnos la doctrina de la
misericordia universal de Dios: la tuvo con Jonás, con los ninivitas y
hasta con los animales de la ciudad. También la tiene hoy con nosotros.
Angel Magnífico