¿Cómo
sabe Cristo? ¿Cómo sabe qué se siente durante un sufrimiento, prueba o problema
grave? Sabe porque sufrió. Cristo sufrió la persecución junto a sus padres
terrenales al ocultarse de la persecución de Herodes, la hipocresía de los
falsos religiosos de su época, las tentaciones permanentes de Satanás, la
injusta muerte de Juan el Bautista, la traición de Judas, la negación de Pedro,
el reclamo de Tomás, la incomprensión del pueblo y en muchos otros episodios de
su vida. Sin embargo, siempre fue fiel a Dios. Esto lo transforma en nuestra
conexión perfecta con Él. Cristo es el puente ideal para llegar con nuestra
humanidad a la divinidad en búsqueda de mejorar nuestra relación con él, “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo
según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Él sufrió cuando
tomó la naturaleza humana y se encarnó para reemplazarnos en la cruz y recibir
lo que nosotros merecíamos por nuestros pecados. Los cargó por nosotros y
asumió todas las consecuencias, pero sin pecar. Uno de los propósitos de su
humanidad era el de acercarse para comprendernos y experimentar las mismas
debilidades y los mismos problemas que todos nosotros enfrentamos a diario. Vivió
en el cielo y en la tierra, por eso, podemos seguir confiando plenamente en él.
Esto significa que Cristo puede compadecerse plenamente de todos nosotros,
porque simpatiza, sufre o padece con nosotros. Jesús entiende nuestras luchas y
sufrimientos.
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser
igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte
de cruz” (Filipenses 2:6-8). Luego de la caída de Adán,
esta fue la primera victoria sobre la tendencia que todos tenemos hacia el
pecado. A causa de esa victoria, nosotros también podemos buscar la misma
dependencia de Dios que le sirvió a Cristo y transformar nuestra lucha
diaria, también en una victoria.
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la
gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”
(Hebreos 4:16). Dios nos ofrece gratuitamente su gracia. Su trono no
tiene la inaccesibilidad de las monarquías históricas que conocemos por los
libros o las noticias. Tenemos un libre acceso a su persona a través de la
oración, en todo momento y desde todo lugar. Nos ofrece la mejor conexión con
Dios. No hay que comprar ninguna salvación ni visa especial; no hay que cumplir
ningún ritual fanático o liberal. Por eso su socorro siempre será oportuno,
especialmente para esos momentos malos que a todos nos toca sufrir. “El diablo le puso a Jesús las mismas
trampas que nos pone a nosotros para hacernos pecar, sólo que Jesús nunca pecó.
Por eso, él puede entender que nos resulta difícil obedecer a Dios. Así que,
cuando tengamos alguna necesidad, acerquémonos con confianza al trono de Dios.
Él nos ayudará, porque es bueno y nos ama” (Hebreos 4:15, 16, TLA).