Parte
de la Biblia fue escrita en el desierto y ahora se lee en todo el mundo. Mucho
de la historia de Israel se desarrolló en el desierto y también su famosa
resistencia al sufrimiento. Proezas importantes se llevaron a cabo por personas
que vivieron en el desierto (Moisés preparándose para guiar a Israel a la
liberación; David para escapar de Saúl; Juan el Bautista predicando un mensaje
que llegó hasta Jerusalén; Cristo, resistiendo un ejemplar ayuno y oración de
40 días como preparación para su misión). Cuando nosotros nos sentimos
huérfanos del cuidado divino, o tenemos pruebas, problemas o sufrimientos
importantes en nuestra vida, también sentimos que estamos atravesando un
desierto espiritual. Agar sufrió la combinación de ambas realidades, un
desierto real y un desierto espiritual (Génesis 21:8-21). Abraham la echó de su
casa junto a Ismael, porque se burlaba y reía de Isaac (21:9). Si bien ambos
eran hijos suyos, había una diferencia; Ismael fue el primer hijo que tuvo con
Agar, la esclava; Isacc fue el segundo que tuvo con Sara, su mujer legítima;
esto lo hacía heredero de todas las promesas de Dios (v. 10). A pesar de su
angustia (v. 11), Abraham le dio provisiones, pero Agar terminó errante por el
desierto de Beerseba (v. 14). Dejó a su hijo debajo de un arbusto y se alejó
porque no soportaba verlo morir de sed (v. 15, 16). Cuando Dios oyó sus llantos,
envió un ángel que la llamó y le dijo: “«¿Qué
te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño.
Levántate y tómalo de la mano, que yo haré de él una gran nación». En ese
momento Dios le abrió a Agar los ojos, y ella vio un
pozo de agua. En seguida fue a llenar el odre y le dio de beber al niño. Dios
acompañó al niño, y este fue creciendo; vivió en el desierto y se convirtió en
un experto arquero; habitó en el desierto de Parán y su madre lo casó con
una egipcia” (Génesis 21:17-21 NVI).
¿Podremos ver bien si estamos mal?
Agar fue consciente de las consecuencias de sus acciones cuando ve el sufrimiento de su hijo. Madre e hijo, abusaron de sus privilegios y recién los valoraron cuando los perdieron y quedaron al borde de la muerte (muchas veces, nuestro carácter nos impide entender los planes divinos). Agar deja a su hijo desfalleciendo, se retira a cierta distancia porque no soportaba verlo morir y comienza a llorar, reconociendo su error. Dios la oyó y mandó a su ángel con palabras de consuelo para esa madre que ya imaginando muerto a su hijo. El texto enfatiza que “Dios le abrió a Agar los ojos” para que vea un pozo de agua y pueda darle de beber a su hijo antes de que sea demasiado tarde. El pozo ya estaba, pero Agar no lo había visto. No dice que Dios materializó un pozo o sacó agua de la arena; podría haberlo hecho, puesto que es el creador de todo y tiene poder para hacer lo que quiera. Sin embargo, hizo algo más importante: le aclaró su visión a Agar. Los pozos del desierto no son grandes porque el sol los evaporaría rápidamente o los animales podrían caer dentro. Estaban ocultos por piedras o en lugares más bajos y entre los médanos. El milagro fue que Dios la dirigió para que lo vea. No solo le aseguró que mantendría a ambos, sino que, además, les adelantó que cada uno podría rehacer su vida. Es decir, Dios fue capaz de transformar un gran desierto en un pequeño oasis, porque le dio una nueva visión de la realidad a Agar. El desierto puede ser mortal, pero Dios puede proveernos de un oasis y salvarnos. Dios sigue haciendo milagros, pero a veces necesitamos su colirio espiritual para verlo bien, aunque estemos en problemas (Apocalipsis 3:18).
Angel Magnífico