“Ninguna
cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los
ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas” (Hebreos 4:13 NVI). Esto es así
porque Dios es omnisciente, es decir, lo conoce todo, nada escapa a su
conocimiento. El salmista agrega que “excelso es nuestro Señor, y grande su
poder” (Salmos 147:5). No conoce una parte de nosotros, sino todo, todo lo que
es real, todos los acontecimientos y a todas las personas del pasado, presente
y futuro. Proverbios 15:3 dice que “los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando
a los buenos y a los malos”. Nada puede escapar de su mirada por más que lo
intentemos o nos ocultemos, no podemos evitar su atención, nada puede serle
escondido, no hay nada que pueda olvidar, lo cual implica trascender el tiempo
mismo que también está bajo su supervisión total. Este conocimiento previo
de Dios sobre todas las cosas existentes es solo una prueba más de su deidad.
No hay otro como Él.
La
Biblia lo expresa así: “Señor, tú me
examinas, tú me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun a la
distancia me lees el pensamiento. Mis trajines y descansos los conoces; todos
mis caminos te son familiares. No me llega aún la palabra a la lengua cuando
tú, Señor, ya la sabes toda. Tu protección me envuelve por completo; me cubres
con la palma de tu mano. Conocimiento tan maravilloso rebasa mi comprensión;
tan sublime es que no puedo entenderlo” (Salmo 139:1-5 NVI). Este
salmo de David reitera la omnisciencia de Dios (lo sabe todo), pero agrega su
omnipresencia (está en todo lugar al mismo tiempo). Así, nos ayuda a salir
de nuestra pequeñez e insignificancia porque nos presenta un Dios activo e
interesado en nosotros y esto, no por mera vigilancia o curiosidad, sino
por amor. Su cuidado no produce agobio, como a veces, nuestros intentos por
proteger a los que queremos, sino un estado de alerta, de cuidado y un control
de daños permanente. Nada malo puede pasarnos sin su supervisión. O sea, nos
libera en vez de oprimir; nos conmueve en vez de presionarnos. No es solo un
Dios todopoderoso, como también lo sabe todo, está con nosotros siempre que lo
necesitamos y/o sufrimos. Nos puede examinar porque es nuestro creador y eso
le da derecho; y llega a un conocimiento de nosotros mejor que el que
tenemos en forma consciente. Aunque algunas veces, ignoramos nuestra verdadera
condición, Dios sí la conoce y esto le permite ayudarnos de la manera que
necesitamos (no solo como imaginamos, sino como resulte eficaz y eficiente). Es
imposible escapar de Él y esto nos beneficia porque lo tenemos como protector
permanente (no recibiremos ninguna tentación, prueba, problema o sufrimiento que
escape a su control). Es decir, actúa como un manto protector y cálido ante las
inclemencias del tiempo que nos toque vivir. Dios no solo nos conoce por
nuestras acciones, sino también por nuestra personalidad. Su conocimiento
perfecto de todo impide que se equivoque o cambie. No radica en una postura
teórica, sino de alcance práctico y ayuda concreta. Especialmente si sufrimos.
Nos puede perdonar, ayudar, cuidar, sanar, perfeccionar y permitirnos resistir
cualquier cosa que enfrentemos. Es una garantía de vida que Dios lo sepa
todo de nosotros. ¿Quién nos podría cuidar mejor? Nos convoca a una
aceptación plena de su soberanía y a mantener una confianza total en su plan
para cada uno de nosotros. Está en guardia, cuidándonos.