Ir al contenido principal

¿POR QUÉ CONFIAR EN SU GRAN AMOR DURANTE LA AFLICCIÓN?

 


El salmo 13 es una plegaria de David pidiendo ayuda en la aflicción. Algunos creen que lo compuso cuando estaba perseguido por el rey Saúl. Si bien tiene solo seis versículos, marca una oración de fe que pasa rápidamente de un lamento a una plegaria y de una plegaria a una alabanza. Muchos de nosotros hubiéramos querido pasar así de rápido por las etapas de alguno de nuestros sufrimientos; aquí, David nos da un ejemplo para imitar. Y lejos de alejarnos de su realidad, su decepción nos iguala a él en cuanto al dramatismo y desesperación que vivió, creyendo que Dios podía haberlo olvidado. ¿Cómo se pasa del clamor a la confianza?

En la 1° parte se lamenta porque se siente abandonado y le pregunta a Dios: “¿Hasta cuándo he de estar angustiado y he de sufrir cada día en mi corazón? ¿Hasta cuándo el enemigo me seguirá dominando?” (Salmos 13:2 NVI). Lo hace 4 veces en los primeros dos versículos, dando a entender su angustia frente a una realidad que ya no podía dominar, sino que lo dominaba a él: por eso, su cuestionamiento es tan humano y representativo. Se parece a nuestro tono pesimista frente a determinadas dificultades. A veces, nos parece que ya no podemos resistir y que Dios nos ha olvidado; sin embargo, lejos de eso, Dios no nos olvida nunca; nuestra ansiedad nos hace creer lo contrario, como pasó con David. A nadie le gusta estar triste ni deprimido y todos queremos estar bien. La oración es el instrumento que Dios nos dejó para que nosotros no lo olvidemos a él y aprendamos a esperar que lo mejor siempre es lo que está por venir si lo dejamos todo en sus manos. No hay necesidad de quedar a merced de las circunstancias. Dios siempre está disponible.

La 2° parte es una oración que no es una lista de pedidos, sino una súplica muy expresiva que brota de la angustia, como seguramente lo son las nuestras en momentos de extrema necesidad: “Señor y Dios mío, mírame y respóndeme; ilumina mis ojos” (v. 3). Frente a la angustia, la opresión del enemigo e incluso el peligro de muerte que lo acecha, hace un reconocimiento de la soberanía de Dios y se entrega a ella aceptando su supremacía; en función de ese reconocimiento, hace un pedido de respuesta y de luz para su vida. Pide la atención divina en forma sincera y directa; pide que le cambie su condición espiritual y lo ilumine con su luz, es decir, con su entendimiento divino. No debemos luchar para librarnos por nosotros mismos de nuestros sufrimientos ni de nuestros enemigos. Podemos acudir a Dios y a su escudo protector, a su dirección y amor. Dios está en el control, nada nos puede pasar sin su supervisión.

Al final, en la 3° parte, llega al reconocimiento del amor y protección divina y por eso, le brinda una alabanza plena: “Pero yo confío en tu gran amor; mi corazón se alegra en tu salvación. Canto salmos al Señor. ¡El Señor ha sido bueno conmigo!” (v. 5, 6). La súplica del principio se transforma en una declaración de confianza porque David corrió su foco de atención de sí mismo y sus problemas hacia Dios y su provisión. Todos nosotros podemos experimentar este reconocimiento y agradecimiento del salmista, usando su método de dependencia y reconociendo que nos ha da su salvación. Debemos reconocer este amor misericordioso que nunca se acabará, alegrarnos en su salvación y cantarle porque nos ha colmado de bienes que no merecemos. ¿Te animarías a probar estos pasos durante un momento difícil?

                                                                                                                         Angel Magnífico


Entradas populares de este blog

¿POR QUÉ SUFRIMOS? - Respuestas para un mal cotidiano

  Enfrentarse al sufrimiento, es una experiencia desgraciadamente común y reiterada en el ser humano. Aunque por nuestra edad, situación o estilo de vida, todavía no hayamos experimentado una situación personalmente dolorosa, seguramente la hemos sentido al menos con respecto a otros: cuando se produce una guerra o un desastre natural, al enterarnos que un torpe accidente dejó incapacitada a una persona, al morir un ser querido o cuando un llanto desconsolado nos hace sentir impotentes. Todo tipo de sufrimiento parece, moral y racionalmente, incompatible con el concepto de un Dios amante y todopoderoso. Por esto, es importante encontrar una explicación en la propia Palabra de Dios que nos ayude a responder a este interrogante. ¿Por qué sufrimos? Porque a veces, cosechamos lo que sembramos. Leemos en Gálatas 6:7-9: “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Este podría ser un primer criterio bíblico orientador, no el único; no absoluto y no siempre aplicable, pero sí,...