¿Qué es lo
más importante de la Navidad? ¿Regalos, decoración, cena especial, familia,
amigos, recuerdos? Nada importa más que Jesús. De lo único que no podemos
prescindir es de Jesús. Solo el evangelio de Juan habla de su nacimiento de
Jesús dando cuenta de origen celestial. En Juan 1:14 dice: “Y el Verbo se
hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria
que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Algunos
sostienen que este capítulo llegó a ser un antiguo himno cristiano que se solía
entonar en Navidad porque expresa el origen intemporal y divino de Cristo. De
aquí, que Pablo, al referirse al tema, lo describe como un misterio (1 Timoteo
3:16), por lo tanto, nuestra comprensión será bastante limitada al respecto,
sin embargo, nos enseña algunos conceptos muy especiales.
El texto identifica a Jesús como el Verbo; no lo hace en el sentido de la filosofía griega que consideraba a esta palabra como símbolo de la sabiduría divina; Juan lo llama así porque considera que es la expresión del pensamiento de Dios en forma visible, su palabra creadora en forma corpórea es la encarnación de la voluntad de Dios, la verdadera deidad reconocida.
Agrega que “se hizo hombre”, se transformó en un ser humano (Hebreos 2:17). Esto significa que lo infinito de Dios, se hizo finito, que su eternidad se redujo a la temporalidad, que lo que llamamos sobrenatural se hizo natural y todo por amor a nosotros porque sin él estaríamos perdidos; se despojó de sí mismo (Filipenses 2:6-8).
“Habitó entre nosotros” nos indica que quiso compartir su vida en un contacto estrecho con los seres humanos para revelar el amor de Dios y para darnos su ejemplo partiendo de su experiencia en vivir con nosotros y sometido a las mismas tentaciones, pero sin pecar.
Hubo momentos en que “contemplamos su gloria”, como una muestra de lo que es Dios, a veces visible como en el monte de la transfiguración y otras percibida como algo espiritual en cada milagro o en su forma de ser. Sin embargo, opacó esa naturaleza para mantener nuestra semejanza.
Ese “Hijo unigénito”
designa al amado de Dios por excelencia, no solo “hijo único” sino también
lleno de “gracia y de verdad” sin equivalente en la tierra. Convivieron la
naturaleza divina y la humana en forma misteriosa.
Se aclara que fue hijo “del Padre”, procedente de Dios mismo porque nadie como él tiene “gracia” (su amor inmerecido) y “verdad” (lo válido, auténtico y genuinamente confiable); es el único con estas dos características en su plenitud que pudo concebir un plan de salvación perfecto: Jesús “baja” una porción de cielo a la tierra, para que nosotros podamos vivir en forma anticipada lo que Dios ha preparado para la eternidad y “sube” en representación de la humanidad como ejemplo de lo que podemos llegar a ser si lo seguimos. Su muerte nos da vida. Por lo tanto, se transforma en el único que puede presentarse ante Dios para ofrecer su vida inmaculada en rescate por la humanidad que de otro modo estaría perdida. C.S. Lewis decía que "Una vez en nuestro mundo, un establo tuvo algo dentro que era más grande que todo nuestro mundo". Jesús es lo más valioso de la Navidad.
Angel Magnífico

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